
Estimada, digamos, Olga:
A la altura que estamos de la vida, ya no tenemos que demostrar nada, ya no nos tenemos que ganar nada. Estamos para disfrutar de lo alcanzado y que nos hagan un poco la pelota. Te ha costado una vida llegar adonde estás. Donde llegues tendrás que demostrar tu valía, te tendrás que ganar el respeto. Los cuarenta no es la etapa para iniciar nuevas batallas, sino para ganar una vieja: aprender a vivir.
En la juventud nos dimos al trabajo, nos entregamos a él, nuestra vida era el trabajo, porque después de la tempestad vendría la calma, la isla con palmera y una hamaca. En mi caso mi isla podía haber sido una bella universidad en Nueva Inglaterra o algún tipo de cargo que me hiciera mirarme por la mañana al espejo con una cierta autosatisfacción. Pero en los cuarenta nos damos cuenta de que la vida no espera.
Sigue trabajando, pero vive cada día como una obra de arte, el arte de vivir. Sigue trabajando, pero si no estás en la isla, viaja a ella hoy mismo. Es un viaje interior que no resulta fácil, siempre pensamos que el descanso viene tras ganar las batallas. A los cuarenta nos tenemos que percatar de que detrás de una batalla siempre hay otra. Llega un momento en el que tenemos que decirnos: la batalla ahora me va a esperar a mí.
La gente piensa que es en la jubilación es cuando se disfruta de los frutos de una existencia. Pero la vejez pocas veces es espléndida. Es entre los 40 y los 60 cuando estamos en nuestra fase imperial. Hemos dejado atrás la juventud de la república y los bárbaros de la enfermedad todavía están lejos. Disfruta de Roma en su esplendor.
PD: Sobre la conversación que tuvimos pour le matin: Para ser un malo que hace del mal un arte, hay que entrenarse. No se puede ser malo a ratos. Un malo que dice ahora voy a ser malo, produce resultados deficientes. Normalmente produce incomodo, no maldad en estado puro.
Eso sin contar que para hacer bien el mal, se requiere una cierta predisposición natural. En este sentido casi podríamos decir que no es malo el que quiere. Aun así quedo a la expectativa. Si bien, en este campo de la maldad, podrías darnos magistrales lecciones.
PS: El mundo puede resultar ingrato (más que nada por la gente) pero nada impide que te crees tu pequeño universo particular.