
Ayer mis lecturas de la noche, que siempre suelen ser las más interesantes, me deleitaban en la lectura del rito de apertura de la Puerta Santa del Vaticano. Incluso la mayoría de los sacerdotes nada saben de este ritual, ni su mera existencia. Es lógico si pensamos que se realiza cada veinticinco años.
Y más lógico es que esta acción ritual haya perdido lustre ante todos, dado que Juan Pablo II, en el año 2000, cuando se realizó por última vez, redujo algunos de sus aspectos más arcaicos y llamativos.
Pero hasta los tiempos de Pablo VI, la puerta se abría derribando los ladrillos que la cerraban. Para lo cual, el mismo Sumo Pontífice con un martillo de plata daba los primeros golpes sobre el muro. Antes de Pablo VI, el muro, después de los primeros golpes, debía ser derribado literalmente por varios operarios. Antes de derribarlo, sacaban un cofre encerrado en ese mismo muro. Dentro del cofre había unas monedas, una imagen de la Virgen, la bula declarando la conclusión del año jubilar.
Tras abrir el cofre y examinar el Papa el contenido dejado por un predecesor suyo, los ritos continuaban y el Santo Padre atravesaba la Puerta Santa, dando comienzo un año en el que se podían ganar determinadas indulgencias.
En fin, para los que quieran más información, aquí la pueden encontrar:
http://www.mercaba.org/OBSERVATORE/1999-12-31/53-19.htm
A mí todo este rito tan antiguo me parece una forma de manifestar el poder de las llaves, el poder de atar y desatar. Resulta tremendo saber que Dios nos ha dejado como administradores de su gracia. Qué cosa tan misteriosa, qué responsabilidad. La ceremonia ni siquiera la he resumido, hubiera sido muy largo. Me encantan este tipo de ceremonias. Pero ya sabéis, a los Boff y compañía estas cosas ni les van, ni les vienen. No les veréis en primera fila ni en pintura. Pues nada, mejor. Ala, así nos dejan más sitio.
Y más lógico es que esta acción ritual haya perdido lustre ante todos, dado que Juan Pablo II, en el año 2000, cuando se realizó por última vez, redujo algunos de sus aspectos más arcaicos y llamativos.
Pero hasta los tiempos de Pablo VI, la puerta se abría derribando los ladrillos que la cerraban. Para lo cual, el mismo Sumo Pontífice con un martillo de plata daba los primeros golpes sobre el muro. Antes de Pablo VI, el muro, después de los primeros golpes, debía ser derribado literalmente por varios operarios. Antes de derribarlo, sacaban un cofre encerrado en ese mismo muro. Dentro del cofre había unas monedas, una imagen de la Virgen, la bula declarando la conclusión del año jubilar.
Tras abrir el cofre y examinar el Papa el contenido dejado por un predecesor suyo, los ritos continuaban y el Santo Padre atravesaba la Puerta Santa, dando comienzo un año en el que se podían ganar determinadas indulgencias.
En fin, para los que quieran más información, aquí la pueden encontrar:
http://www.mercaba.org/OBSERVATORE/1999-12-31/53-19.htm
A mí todo este rito tan antiguo me parece una forma de manifestar el poder de las llaves, el poder de atar y desatar. Resulta tremendo saber que Dios nos ha dejado como administradores de su gracia. Qué cosa tan misteriosa, qué responsabilidad. La ceremonia ni siquiera la he resumido, hubiera sido muy largo. Me encantan este tipo de ceremonias. Pero ya sabéis, a los Boff y compañía estas cosas ni les van, ni les vienen. No les veréis en primera fila ni en pintura. Pues nada, mejor. Ala, así nos dejan más sitio.